A la luz titilante del farol
te esperó largas horas esa noche,
llevaba en los bolsillos un reproche
y un aroma de luto y de alcohol
y una falta insondable de control
que convierte su imagen en fantoche
y a su vida en un pálido derroche
extinguida a la luz de un tibio sol,
crepúsculo que late y ejercita
la angustia que supone la tardanza
del final, de esta historia ya marchita,
que destruye su amor y su confianza
sin por ello, sentir que aún palpita
el póstumo latir de su esperanza.