Buscaba yo el origen de mis miedos,
solo, en la oscuridad que me acechaba
sentía que por ella caminabatanteando el abismo con mis dedos.
Huérfano en la fortuna y en mis credos
por la senda de sombra continuaba,
el frío brutal del pánico me hincaba
como el dardo a los toros en los ruedos.
Caminé sobre el filo del acero
de una espada colmada de avatares,
segadora del canto del jilguero
y así del caminante y sus penares
van quedando jirones de su cuero
y el alma amortajada de pesares.