Cobijo fraternal y tan profundo
abrigo pertinaz y suficiente
barrera retentiva en la pendiente,
del pozo tan siniestro en que me hundo.
Me pongo entre tus manos, moribundo
por una pena férrea y persistente
que sube del zapato hasta la frente,
tragando mi alma, cual tigre iracundo
Me guardo reservado estos penares
que solo a mi persona pertenecen,
buscando solitario entre los bares
la copa en que las penas desfallecen
dejando que tu manos tutelares,
asistan otras penas que florecen
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