
y mis penas novatas de mozuelo,
arrugaste tu piel de terciopelo
a causa de la friega persistente.
Resulta de esta acción tan inclemente
que tienes pasaporte para el cielo,
cursado en la oficina del desvelo
que protege el futuro de su gente.
Claudican tus espaldas doloridas
por el tiempo, sutil e inexorable
que las deja encorvadas y vencidas.
Tus manos, de tesón inigualable,
rasgadas por mil piedras homicidas,
son por siempre un refugio confortable,
donde sano las heridas
que la vida, al igual que aquellas piedras,
dejó con tantas idas y venidas
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