Montó con más que prisa su caballo
y partió galopando raudamente,
pasó en manos del viento por el puente
como si fuese el hijo de algún rayo,
dejaba tras sus pasos, de soslayo,
el llanto acongojado y persistente
de quien sabía roto su presente,
por la causa impiadosa de su fallo
al amor al que había prometido
serle fiel en la vida y en la muerte,
le colgó entre las ramas del olvido
su promesa, que en humo se convierte.
Esta pena infinita que ha infligido
ni muriendo mil veces la revierte.